12 de octubre de 2014

Domingo lluvioso.

Ya no sé ni cuándo empezó a llover. Supongo que ni me di cuenta, incluso antes de que cayese la primera gota, el día de hoy ya era un domingo lluvioso. 
Si hay algo triste son los domingos pero si además a eso se le suma la lluvia y el silencio absoluto de una casa vacía el resultado final solo puede ser uno: Nostalgia. Nostalgia de lo que sea, da igual, pero será una de las nostalgias más intensas que puedas sentir.

Nostalgia de lo que ya no se tiene, de ese pasado idealizado al que nunca volverás. Pero también nostalgia del futuro, de aquello a lo que querés llegar y no sabés cómo. Anhelo de estabilidad, quizás, de un rumbo, de un horizonte al que mirar. Los domingos parecen ser tristes por naturaleza. Una tarde de domingo está hecha para pensar en el fin de semana que se termina y que nunca nos parece haber sido suficiente, eso que queríamos hacer el sábado a la mañana al final no lo hicimos o si lo hicimos no fue para tanto; la semana está a punto de empezar ¿Y entonces qué? Otra vez vuelta a la rutina y nos encontramos durante cinco días pensando en esos dos de descanso que están por venir y en los que volcamos todas nuestras ideas, planes o deseos.

Vivimos admirando los fines de semana para desilusionarnos los domingos al comprobar que no fue nada especial. Pero quizás el problema no sea el domingo sino nosotros, nuestro creer que la semana no vale, nuestro "ya lo haré en otro momento" pero mientras tanto perdemos el tiempo. Lo perdemos con una facilidad aterradora, como si siempre fuese a estar ahí. Pero no lo estará, ni es tanto como puede parecer. Damos por hecho la vida... ¡La vida! Que es lo menos asegurado de este mundo, lo más volátil. Creemos que mañana nos despertaremos y ahí estaremos, abriendo los ojos en nuestra cama pensando "cinco minutitos más". Desengañémonos señores, la cama seguirá ahí, los cinco minutos más también pero nosotros, nosotros somos de todo menos algo seguro.

El problema no es de los domingos, no, el problema es nuestro creyendo que solo tenemos dos días de cada siete para hacer aquello que queremos. La vida es muy corta, amigos, demasiado. No se queden anclados en lo que no fue y salgan a buscar lo que vendrá. No se queden anclados en deseos "inalcanzables", en relaciones sin sentido, en trabajos opresores, en amistades intermitentes. Preocúpense un poco menos de qué filtro poner a sus fotos de cervezas y preocúpense más en tomarlas con la compañía adecuada o en la mejor de las soledades. 
Preocúpense por vivir, que no es fácil, pero créanme que valdrá la pena. 

Porque como me dijo una vez un hombre muy sabio, la vida empieza cada día.