5 de noviembre de 2013

Silencios.

En Periodismo y en la vida en general, hay una lección que debemos aprender pronto y es la de la importancia de ciertos silencios frente a una montaña de palabras.

Esta mañana en Madrid se celebró un desayuno informativo a cargo de la "Nueva Economía Fórum" al cual acudió José Luis Bonet (Presidente de Freixenet y Presidente del Foro de marcas renombradas españolas), presentado por Miguel Arias Cañete (actual Ministro de agricultura, alimentación y medio ambiente). Dicho encuentro llevaba el nombre de "Foro España Internacional" y en él se trataron sobre todo, temas relacionados con el vino español, la marca España, el boicot al cava catalán... Pero entre tantas palabras se tocó algo de absoluta actualidad: Estudiar en el extranjero.

El Ministro Arias Cañete, en su presentación de José Luis Bonet, afirmó que el éxito de la empresa Freixenet se debe a tres grandes pilares: Internacionalización, diversificación y crecimiento. Palabras que me vienen inmediatamente a la cabeza al pensar en mi Erasmus; internacionalización lingüística, diversificación social y cultural, crecimiento personal y profesional. 

Por su parte, José Luis Bonet, una vez presentado cual mártir de vaya usted a saber qué batalla, quiso iniciar su discurso con algo que le toca de cerca: La Universidad. Entre todos sus empleos y cargos aparece también el de profesor universitario y como tal quiso dar su opinión sobre la Universidad en España, la cual considera, debería pasar una pequeña limpieza para que solo estén en ella, aquellos que realmente estudian, pero sobre todo, debería ser aquella que fomenta la salida de los jóvenes para que se formen en el extranjero. El Presidente de Freixenet defendió la importancia que tiene que los estudiantes salgan al mundo y recalcó el valor añadido que obtiene tanto la persona como su país de origen (una vez que ésta vuelva) de estas experiencias en el exterior. 
José Luis Bonet afirmó que en esta sociedad globalizada en la que nos encontramos, es imprescindible para los estudiantes salir fuera para conocer el mundo, mundo en el que en un futuro (cada vez más cercano) trabajaremos, en el que lucharemos por aquello que nos pertenece, y en el que tenemos que saber cómo movernos, cómo adaptarnos a él. Por ello, afirmó rotundamente, que las experiencias en el extranjero deberían ser parte obligada en la formación de los jóvenes, no de su carrera profesional como dicen muchos, no; de su formación, una asignatura más a la que todos deberían enfrentarse.


Una vez acabado el discurso del ponente, se inicia la ronda de preguntas (en la cual, aquellos que quieran hacer una pregunta, han debido formularla ya de forma escrita, para que más tarde, la plantee el Presidente del Foro). Así pues, todas la preguntas se centraron en vino, boicot a los productos catalanes, independencia catalana, la campaña publicitaria de Navidad de la marca... ni una sobre el tema de las becas Erasmus. Bueno sí, las que no se leyeron, entre ellas, la mía.
Nada, ni una palabra sobre el impedimento cada vez mayor a la formación en el exterior, a la adaptación a la globalización, al conocimiento del mundo en que vivimos. Nada, una vez más, el vacío, el silencio. Un silencio que retumbó en toda la sala entre tanta burbuja dorada. 



Y quisiera acabar, y acabo, con una acotación para aquellos que siguen diciendo que la beca Erasmus no es más que salir de fiesta y emborracharse. Esta mañana y sin él saberlo, el Ministro Arias Cañete os respondió con un magnífico "Si no tienes calidad, no puedes ir por el mundo". Poco más que añadir.
   

4 de noviembre de 2013

Erasmus, mucho más que una beca.

Hay días para todo, días para la alegría, días para la tristeza, para la nostalgia.. y así como están todos esos días, están aquellos para la rabia y la impotencia. Por desgracia hoy es uno de esos días. 
A las 11:00 de la mañana, gracias a un compañero de clase, me llegaba la noticia de la supuesta supresión de las becas Erasmus a aquellos que en el año académico anterior no hubiesen disfrutado de la beca que otorga el Ministerio de Educación; es decir, a aquellos que llevan ya dos meses disfrutando de su beca Erasmus (de la estadía, que no del dinero), ahora se les dice que "¿Oiga, recuerda el dinero que se le prometió para vivir estos meses? Pues vaya usted olvidándose". 
Indignante cuanto menos, sí, pero personalmente lo que realmente me indigna no es eso. Lo que realmente me pone de los nervios es la idea que tiene la sociedad en general de esta beca, lo que me pone de los nervios son los comentarios de aquellos que nada saben del Erasmus, defendiendo que es una medida poco escandalosa, "total, se lo gastan todo en beber".
Pues les voy a contar una cosa: Todo estudiante se emborracha, sea Erasmus o no; todo estudiante falta a clase algún día porque no le da la gana ir; todo estudiante sale de fiesta, todo estudiante deja el estudio para el último día. Nadie puede negar, y yo no lo haré, que la vida académica Erasmus es fácil (siempre depende del destino y de la carrera, como todo) o por lo menos más fácil que en tu ciudad de residencia. Nadie puede negar que las fiestas de los Erasmus suelen desmadrarse más de lo normal. Pero queridos amigos míos, la beca Erasmus es mucho más que un año académico, es un año vital, un año de experiencias personales (y profesionales) imposibles de alcanzar cuando no sales de casa. 

Y lo que me pone más aún de los nervios, es que ya no son solo los estudiantes o profesores, ahora son incluso los medios, y es que no hay más que ver la foto con la que El País ilustra la noticia sobre la supresión de la parte que corresponde pagar al Gobierno.


¿De verdad este es el Periodismo que se practica en uno de los medios más importantes del país? A lo largo de la noticia se muestra indignación, estar en contra de la medida, sensiblerío barato "a los alumnos más pobres", dice el titular, ¿Y luego? Luego nos ponen como foto principal un grupo de estudiantes Erasmus tomándose unas cervezas en un 100 Montaditos... ¿Cuántos de los que leerán esto pueden decirme que nunca ha ido con sus amigos a aprovechar las jarras a 1€ los miércoles?
Y no es solo esta, la otra foto con la que se ilustra la noticia, son tres estudiantes (esta vez no se dice si Erasmus o no) en la cafetería de la Università di Bolgna.
No señores, no, no caigamos en la hipocresía y en el ataque fácil a algo que, el 100% de quienes lo critican, no tienen ni idea de lo que significa pasar por nada de lo que se pasa en el año más importante de miles de personas en toda Europa desde 1987.

Conozco gente que lleva años quejándose de no aprender nada en su carrera y luego dicen que para qué sirven las Erasmus, ¿Y la Universidad actual para qué sirve? Desde mi propia experiencia personal, no he aprendido nada, ni a nivel académico ni personal, en los cuatro años que llevo de carrera en la Universidad Complutense de Madrid, y cuando digo nada es nada, cero, el vacío. La única buena experiencia que me llevo de esto es haber podido salir fuera y aprender a valerme por mí misma, a ser mejor persona, a aprender a ponerte en la piel del otro, a convivir, a creer en uno mismo y no venirse abajo ante los obstáculos que puedas encontrarte; además en mi caso, aprendí un nuevo idioma, un idioma que uso a diario y que manejo casi a la perfección y sí, lo conseguí sin dejarme un dineral en academias.
Porque la vida, señores, se aprende a vivirla, viviéndola. Y eso es el Erasmus: un aprendizaje de vida. Nada más y nada menos.






*Enlace para firmar la petición a favor de la retirada de dicha propuesta
http://www.change.org/es/peticiones/ministerio-de-educaci%C3%B3n-que-se-mantengan-las-becas-erasmus-para-universitarios-que-no-reciben-la-beca-general-erasmusrip?share_id=akttxupXgj&utm_campaign=autopublish&utm_medium=facebook&utm_source=share_petition


*Noticia de El País
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/11/04/actualidad/1383570089_271346.html

21 de julio de 2013

Depresión pre-post-Erasmus.

A cuatro días de poner fin a este año, recuerdo cuando me faltaban cuatro días para iniciarlo y las ganas locas que tenía. Recuerdo cómo el tiempo jugaba cual enemigo y no solo quería, sino, necesitaba que el día de partida llegase ya. Ahora es igual, no pero sí. La mayoría ya se ha ido, ya no hay nada que hacer y lo poco que se hace se hace casi sin ganas. 

Me despierto cada mañana y lo primero que miro no es la hora sino la fecha, "Un día menos" me digo. Y no es que quiera volver, es simplemente que sé que tengo que hacerlo y que no hay vuelta atrás. Es como estar en un sueño siendo consciente de que lo es y sabiendo que tienes que despertarte, basta, ¡Suena ya alarma! No me tengas más tiempo durmiendo, cada día con una nueva despedida, cada día calculando cuánto falta para que acabe, basta, si acaba, que acabe ya, no lo alargues más.
Y al mismo tiempo que piensas eso piensas en no querer irte nunca, pero ya está, la bipolaridad ya no tiene sentido, tienes que volver, tienes el billete contigo, la fecha de vuelta y la maleta a medio hacer, ya no sirve el pensar que aún hay tiempo para hacer esto o esto otro, ya no puedes refugiarte en el "aún me queda tiempo" porque no, no te queda. Estás simplemente en una cuenta atrás de algo que no quieres que llegue; pero que llegará, y en vistas de que así será, que llegue lo antes posible, porque no, ahora mismo ya no disfrutas de nada, ahora mismo solo piensas en que te vas, en que tu compañero de piso ya se fue y no te queda más remedio que empezar a hacer planes en tu ciudad de origen y no aquí, en tu casa adoptiva, en la ciudad que tan feliz te ha hecho.

Y aquí estoy, tirada en la cama pensando en porqué nadie habrá inventado ya la fórmula para detener el tiempo, o para volver atrás. Será mejor así, habrá que seguir, habrá que ejercitar la memoria recordando este año siempre que pueda, pero ahora mismo daría lo que fuera por detener el tiempo. Por quedarme aquí, tirada en esta cama de por vida, sin más despedidas sin más "¿Qué día te vas?", sin más días tachados en el calendario. Tan solo quiero la eternidad que llevo grabada en la piel, una eternidad en la que el tiempo no vuelva nunca más a ser el enemigo.




Y cómo no, en Salerno empieza a llover.




8 de junio de 2013

...Casi tanto como una eternidad.

Te despedirás de tus amigos en tu ciudad. Tendrás que meter todo tu armario en una sola maleta. Te despedirás de tu familia en el aeropuerto. LLegarás a un país nuevo, con gente nueva y sobre todo, con un idioma nuevo. Irás a la universidad cual novato indefenso. Estarás solo, lejos de tus amigos y familiares. Pero ¿sabéis qué? Nunca en todo lo que dure tu Erasmus harás nada más difícil que un simple gesto frente a la pantalla de tu ordenador: Comprar tu billete de vuelta.
Nada será más duro que ver cómo la mejor experiencia de tu vida está llegando a su fin; y nada más duro que saber que tienes que ser tú quién elija la fecha de ese fin. 

Llevo semana y media metiéndome cada día a ver los precios de los vuelos Roma-Madrid, viendo las variaciones según qué día me vaya... Y así, como el que no quiere la cosa, he llegado hasta el 16 de agosto en el calendario de la página de internet. Y como curiosidad, era bastante barato.
Me niego, no puedo elegir un día. No puedo comprar ese billete. No puedo imaginar cuando me despida de mis amigos en mi nueva ciudad. Cuando meta 10 meses en una sola maleta. Cuando me despida de mi nueva familia en el aeropuerto... No quiero llegar a un país viejo, con la gente de siempre y entendiendo todo lo que oiga a mi alrededor. No quiero volver a quejarme de lo mal que funciona mi facultad, de los profesores que se dedican a leer apuntes que tienen desde el año 2000...

Y no me malinterpretéis, claro que quiero volver a estar en casa, con mi familia, amigos, en mi cama, teniendo que madrugar para coger el 687, jugando con mi gata, yendo al 100 montaditos de Príncipe Pío los miércoles... Pero sé que eso siempre estará ahí, aún habiéndolo dejado un año, siempre he sabido que eso seguirá ahí, esperándome. Pero ¿Y el Erasmus? El Erasmus acaba y no vuelve nunca. No estará esperándome para cuando decida volver. 

Parecerá absurdo, al fin y al cabo, cuando aceptas irte, sabes que así como te vas, tendrás que volver, pero jamás esperas encontrar todo lo que está por venir. Por lo menos, siempre te quedará la experiencia, el recuerdo y toda esa gente que lo ha hecho increíble, un año lleno de cosas maravillosas y a las que, bueno, en cierta medida, sí que podrás volver siempre que quieras, viendo quién eres ahora.








Y sí, sigo sin tener fecha de vuelta.




5 de marzo de 2013

Mi lugar. Mi seguridad en el mundo.

Hoy me disponía felizmente a acudir a la universidad cuando al llegar a la parada del autobús, me encuentro con la agradable sorpresa de que hay huelga y no pasará ningún bus que pueda llevarme a clase a la hora necesaria y mucho menos, asegurarme que vaya a pasar más tarde por la universidad y me traiga a casa tranquilamente, así que, qué remedio, a casa otra vez y a aprovechar un poco el día tan veraniego que hace. 
Una vez llego al portal, me encuentro con una entrañable señora y su carro de la compra, leyendo atentamente el cartel que hay colgado, con motivo de Pascua, en la puerta del edificio. Entonces al darle yo los buenos días, dedujo que era la persona indicada para preguntarle cuándo pasaba el Cristo por nuestra calle. Sin pensarlo dos veces, decidí ayudar a la señora en su búsqueda del buen camino y finalmente lo encontré (quién me lo iba a decir). Contentísima me dio las gracias y me auguró una muy buena mañana. Y así terminó, sin más ni menos, un momento tan carente de interés, tan corto pero tan importante para mí. Subí las escaleras, no solo contenta de haber ayudado a la señora, sino orgullosa de haber entendido lo que me decía y haberle sabido responder con un resultado  más que satisfactorio. Y sí, tal y como imaginan, de ahí, de algo tan tonto, surge todo el vendaval de pensamientos que me dispongo a teclear a continuación, sin pausa alguna. 

Supongo que todo el mundo extraña su infancia en cierta medida, esa sensación constante de libertad, la falta de preocupaciones, el descubrir algo nuevo cada minuto y protección las 24 horas del día. Pero a veces pienso que yo la extraño todavía más. A veces pienso que nunca dejé atrás mi infancia, pero no por la infancia sino por el lugar. Mi infancia no es una edad, no es un tipo de vida. Mi infancia es Argentina. Mi extrañada y ansiada Argentina. Ese país del que me gusta ser, al que siempre digo orgullosa pertenecer. Pero ese país del que todo aquello que recuerdo es mi infancia. Recuerdo los juegos, la inocencia, los paseos en bicicleta, las ganas de llegar a casa de la escuela para comerme una compotera enorme de cereales. Recuerdo la felicidad y la libertad, la alegría, la curiosidad. Idealizada, esa es la palabra exacta, sé que la tengo totalmente idealizada, pero no puedo hacer menos, es mi infancia es mi tierra, mis orígenes y mis raíces. No puedo despreciarlos, no puedo ni quiero renegar de ellos. Tuve que abandonarlos físicamente pero no estoy dispuesta a abandonarlos y borrarlos de mi memoria. 
Tuve que dejarlos un poco atrás y crecer rápidamente, abandonar todos aquellos recuerdos de una forma más drástica de lo que suele hacerse. Aunque tampoco puede decirse que haya tenido que abandonarlos por completo. Por supuesto, mi infancia siguió en España, en los "exilios" como diría Benedetti en su Primavera con una esquina rota; pero nunca llegaron a ser como los primeros, como los originales. 

Entonces pienso en ahora. En estos meses también tuve que crecer de forma avanzada, atolondrada más bien. Cierto es que la libertad no me abandonó en este tiempo, de hecho, se hizo mayor, pero con ella vinieron las responsabilidades, y esta vez más grandes que nunca. Ya no vale ninguna excusa, ni ningún "hoy estoy cansado, que lo haga otro". Ahora todo depende de mí y todo es para mí. Tengo que hacerlo todo lo mejor que pueda, y señores, debo decirles que eso, es de lo más agotador. Por otro lado queda la protección: Adiós muy buenas y si te he visto no me acuerdo. 
Cuando no estás en tu país, la protección es lo primero que desaparece; y cuando estás en un país ajeno donde la lengua es otra, no se  puede hacer más que tener la ilusión de que algún día existió algo llamado "protección". Es una sensación continua de peligro, y más que de peligro, de abandono, de un abandono donde todo depende de uno mismo y nada ni nadie puede ayudarte, ya no porque no quiera, sino simplemente que no puede. Basta un simple gesto como usar el transporte público para sentirte como un nene sin padres, es subir ese escaloncito, que ni siquiera es escalón, sino simplemente una altura, para que ya entres en estado "Soy extranjero" y el único pensamiento que te pasa por la cabeza es "¿Seguro que era este número el que tenía que tomar?". De repente el camino te parece otro, no reconoces ninguna calle y te parece que todo el mundo te mira, sabedores de tu pérdida (física o psicológica). Y claro, ustedes lectores dirán, no es para tanto. ¡Claro que lo es, y más todavía! Porque no conoces el idioma, y entonces te sientes desprotegido. Nadie puede ayudarte y te vas a perder, pero mejor será seguir en el autobús a bajarte y encima correr el riesgo de que alguien te pregunte dónde queda la calle tal o qué hora es y no sepas responder, cual nene que nada sabe. No, no, de eso nada, mejor en un lugar cerrado y que sabes, tarde o temprano tendrá que volver al punto de partida. Minutos (Horas, si se trata de Italia) más tarde, sin saber ni cómo, resulta que llegas al destino que querías llegar y piensas que seguramente haya sido una alegre casualidad, y rápidamente, sin perder mucho tiempo, no vaya a ser que la suerte termine, te bajas pensando en lo afortunado que fuiste. Hasta que llega el día siguiente y otra vez, la aventurita. 
Y créanme, da igual cuántas veces hagas el mismo trayecto, si vas solo, la duda nunca te dejará tranquilo. Y aclaro, si vas solo, porque si vas acompañado vas protegido... de alguien igual de perdido pero perdido más perdido, igual a ignorancia feliz. 
Y bueno, mejor dejamos a un lado el supermercado, ese lugar lleno de carteles enormes indicando ofertas en productos que ni sabes qué son, donde por suerte se inventó el congelado y el embutido envasado y no hay obligación de hablar con el charcutero o el carnicero para pedirle nada; y donde el llegar a caja se convierte en una aventura del "por las dudas, digo a todo que sí y sonrío".

En fin, retomando el hilo inicial, por hache o por be, últimamente recuerdo muchas sensaciones de aquellas felices épocas, olores, lugares que hicieron de mi infancia un paraíso de recuerdos donde acudir siempre que quiero... Y me muero de ganas de volver a todo eso. Digo querer volver a ser una nena de 6 años y jugar cada tarde al hotel, la veterinaria, la maestra, las carreras de triciclo en el patio... Pero a veces no termino de tener claro si es esa inocencia y despreocupación lo que extraño o si por el contrato es la protección de Argentina, mi extrañada y ansiada Argentina. 

¿Pero saben qué, queridos lectores? Entonces lo pienso todavía mejor y me convenzo de que no hay nada como abandonar la protección por un tiempo y empezar, como un niño, a descubrir emoción en cada detalle insignificante de este mundo. Porque nunca, un viaje en bus o una compra habrá tenido tanto de aprendizaje, ni nunca te sentirás tan orgulloso de vos mismo como cuando conseguís indicar a alguien cómo llegar a la calle tal, en una ciudad que no es la tuya y en un idioma que no terminás de dominar. Porque nunca te sentirás mejor, perdido, sí, cansado a veces, también, pero cuando lo consigas y el punto de llegada esté delante de vos sin que nadie te haya indicado el camino, entonces sabrás que todo lo anterior, valió la pena. Y sabrás a ciencia cierta, de todo aquello que sos capaz. Capaz de cosas que antes, ni hubieses podido imaginar pero que, créanme una vez más lectores, una vez las vivan, jamás las olvidarán. 
Y crearán un nuevo y mayor paraíso de recuerdos donde acudir siempre que lo extrañen o que duden de sí mismos, y sabrán que un día lo consiguieron. Y, díganme señores lectores, si un día lo consiguieron, ¿Por qué no hoy también? 







Quisiera, y de hecho lo hago, dedicar este pequeño pedacito de blog. a los futuros aventureros Jorge y Dani, porque confío ciegamente en que, poco a poco encontrarán esa seguridad y fascinación en tierras polacas, y que cuando lo hagan, lo podrán hacer en cualquier rincón del mundo. Porque aunque aún no lo sepan, todo aquello que hoy les produce vértigo, mañana les dará una felicidad inmensa. Felicidad que desde ya, estoy deseando compartir con ustedes.