11 de diciembre de 2015

Gente de Londres | Notting Hill

En 1999 Hugh Grant y Julia Roberts vivieron uno de los romances más famosos del cine en este barrio del oeste de Londres. Con ellos llegaron miles de miradas curiosas que se asoman en busca de la puerta azul de la casa donde ambos actores se besan por primera vez.

En Notting Hill encontramos también la que fue casa de George Orwell y Portobello Market, uno de los mercados más concurridos de la capital inglesa. A finales del mes de agosto, además, acoge el carnaval jamaicano, un evento lleno de color, música y vida, combinada con montañas de basura y alcohol callejero.

Sin embargo lo que convierte a Notting Hill en un lugar tan especial son sus coloridas casas victorianas, un arcoiris inmobiliario habitado por unos pocos afortunados capaces de hacer frente al alto costo de la vivienda. Pero hay una casa que es aún más especial que las demás, y no precisamente por el color de su fachada.


En la calle Kensington Park Road vive Marianna Moore, una parisina afinacada en Inglaterra desde hace 30 años que, abrumada con la cantidad de fruta que conseguía de su propio huerto, decidió empezar a hacer mermeladas que compartiría con sus vecinos y con cualquiera que pasase por la puerta de su casa provisto de £3,50.

Aprovechando que hoy en Londres decidió salir el Sol, Marianna me recibe en los escalones de la entrada de su casa donde, sentadas sobre unas mantas, me cuenta que hace aproximadamente dos años, su marido no quería más azúcares con los que engordar ni ella quería tirar la comida que preparaba. Así que decidió fiarse de sus vecinos al dejar en una silla en la puerta de su casa, al alcance de todos, unos frascos de mermelada casera acompañados del siguiente cartel "Mermeladas caseras £3,50 - o precio marcado - Por favor dejen el dinero en el buzón y si pueden traigan los frascos de vuelta. Gracias".

Artista, pintora y diseñadora de profesión, Marianna cultiva su propia fruta en un huerto que alquila por £50 al año, una cifra insignificante en un barrio donde el metro cuadrado ronda las 1.500 libras esterlinas. En sus ratos libres prepara laboriosamente estas mermeladas que tienen encantados a sus vecinos, como es el caso de Kris, un joven músico que se declara fiel consumidor desde que se mudara al barrio, unas pocas semanas atrás.


Francia parece quedar lejos ya de este ajetreado Londres por lo que Marianna incluye sabores de su querido París, aunque según dice "La gente sigue llevándose los sabores que conoce: Frambuesa, durazno, frutilla, pocos se animan a probar cosas distintas". Pocos son también los que se llevan mermeladas sin pagarlas, pero los hay "Sobre todo los domingos a la tarde, que se junta mucha gente; es terrible, cuando vengo a guardar los frascos veo que faltan muchos que nadie había pagado. Pero por lo general, la gente lo respeta y la gran mayoría paga, incluso muchos me devuelven los frascos, me dejan notas, pequeños regalos y una señora me trae habitualmente uvas frescas". Precisamente a esa señora le dedica una nota en una de sus macetas "A la señora que me trae las uvas, muchas gracias" y le deja su número para poder contactarse en un futuro.


Y así el ajetreado e impersonal Londres parece, incluso, quedar lejos para llevarnos a un portal que tiene por bandera generosidad y confianza. Un portal donde, una vez más, quienes vuelven especial un lugar, son sus gentes.

   


17 de mayo de 2015

A Mario.

Recuerdo aún los veranos tomando mates viendo, refugiados en la camioneta, las siempre enojadas olas chocar contra las rocas. Los paseos, en La Paloma, en busca de caracoles a los pies del faro blanco impoluto que marcaría mi vida como pocas cosas lo han hecho. Los reencuentros felices son, para mí, sinónimo de Montevideo. Los puestos de artesanías con olor a arena y sabor a sal. Y los mejores helados, eternamente en posesión de Popi.

Recuerdo Uruguay como un lugar feliz, un lugar lleno de inocencia. Un lugar donde las estrellas brillan con más intensidad y la Luna se hace terrenal.

Recuerdo Uruguay como el lugar perfecto para leer, para ser un intelectual, no de esos de ahora que lo son solo por llevar gafas y camisas de cuadros, sino uno de verdad, con ideas e ideales. Un lugar para ser inteligente siendo feliz con poco y viviendo la vida sorbo a sorbo (de mate amargo).

Sin embargo a día de hoy Uruguay se convirtió para mí en algo más, en un lugar no físico cuando quiero escapar del ruido, del tráfico, de las conversaciones vacías. Uruguay se convirtió para mí en un libro donde siempre son las tres y diez y Rita vuelve a aparecer.Y es que si Montevideo es sinónimo de reencuentro, Uruguay lo es de Benedetti.

Nunca entenderé para que quieren (ellos, ustedes) los uruguayos a Gardel si con Mario ya lo tuvieron todo. Llegué a él a través de una borra de café y desde el primer momento supe que aquello era el principio de una larga amistad. Y digo amistad porque eso es lo que era Mario, un amigo que te hablaba desde la mesa de su cocina con el termo lleno y dispuesto a rellenarlo cuanto hiciese falta mientras hubiese algo que decirse. Y con Mario siempre hay lugar para la conversación, que no monólogo de escritor. Porque era capaz de hacer eso que solo unos pocos pueden, convertir lo simple en maravilloso y hacer de cualquier detalle una genialidad. Porque Mario convirtió a la muerte en una sorpresa de la vida y le rompió las esquinas a la primavera.

A Mario le debo tardes, noches, mañanas, y sobre todo amaneceres, de lectura intercalando sonrisas en los labios con miradas borrosas. Porque Mario era un maestro en conseguir que el lector, convertido ya en amigo, lance un soplido por la nariz mientras esboza una sonrisa mezcla de complicidad y admiración. Porque gracias a él puedo, siempre que quiera, viajar a esa esquinita en el sur de América, bañada por el Atlántico. Porque gracias a él las palabras cobran más sentido, la magia se mezcla con la realidad creando pura poesía. Porque Benedetti es exilio, y el exilio es nostalgia. Y porque gracias a él aprendí a vivir obviando los muros de la cárcel para poder admirar la intermitente luz del faro. 

No creo en el cielo ni en el más allá pero sé con total certeza que, desde hace seis años, la vía láctea que tanto amaste brilla con aún más intensidad.

Eternamente gracias, gracias por tu fuego.

Una montevideana nacida en Buenos Aires.

21 de febrero de 2015

Un mundo viral.

En el insomnio está la reflexión. Es en ese momento de la noche en el que uno no puede dormir cuando surgen los pensamientos más intensos, los monólogos más largos, la inspección más profunda de uno mismo y sus recuerdos. A veces sin embargo cuando todo eso está hecho y el insomnio sigue, se pasa al análisis de las cosas más cotidianas, las más sencillas y de repente todo se convierte en absurdo, las actividades más normales pierden todo su sentido y uno se queda ahí, en la oscuridad de su habitación sin entender nada. Entonces tenés dos opciones: Intentar dormir con la esperanza de que a la mañana siguiente la vida vuelva a cobrar sentido o empezar a ver el mundo con recelo y volverte cada vez un poquito más loco. La primera opción es la más sana, la segunda la más humana.

Esta noche intentaba dormir sin éxito cuando, vaya usted a saber por qué, me vi pensando en lo peligroso de las redes sociales. En la cantidad de mediocridad a la que nos vemos expuestos día a día, en ese éxito fugaz de cosas de dudosa calidad a la que llamamos "virales". Esos cinco minutos de fama que ahora llegan a millones de personas a través de sus pantallas, que inundan tu muro y que ves, casi con frustración, como van subiendo como la espuma, como cada vez hay más, más likes, más comentarios. Un pollito que parece haberla liado mucho, otro que dice pío, no sé cuántas preguntas para enamorarse o unos desconocidos que sin necesidad de preguntas se comen a besos tras mirarse unos segundos a los ojos delante de la cámara.
Uno se contiene de verlo porque sabe que poco o nada aportarán a su vida pero de repente te ves fuera de ese círculo, de esa masa a la que llaman sociedad, y te preguntás si estarás solo. Todos parecen estar como locos queriendo saber qué color son, qué animal, en qué país deberían haber nacido... Todos parecen realmente incrédulos cuando una página anuncia en un titular "no vas a creer lo que este novio le dijo a su chica" o "jamás imaginarás lo que hizo este perro".

Pues no, no me interesa saber qué color soy, en qué país debería haber nacido, qué lió no sé qué pollito o qué hizo ese perro cuando vio a un niño ahogándose. Me interesa entender qué lleva a tanta gente a interesarse por esa clase de cosas y sobre todo, a compartirlo como algo que realmente vale la pena hacer ver a sus contactos. ¿En qué momento sucumbimos de forma tan absoluta a la mediocridad? ¿En qué momento la cantidad pasó a pesar más que la calidad? ¿En qué momento se dejó el raciocinio de lado para no darte cuenta de que no, nadie va a drogarte en un parking con la excusa de probar un nuevo perfume? Mensaje que por cierto, creo que leí por primera vez allá por el año 99, se ve que la policía se está tomando el caso con calma.

Caso aparte son esos artículos tan intelectuales de "20 cosas que debes hacer antes de los 30" como si entonces se acabase la vida y más te vale estar casado, con hijos y un trabajo fijo que maldigas cada día. O esos de "15 motivos por los que salir con una chica que viaja es genial", que después te das cuenta de que también lo es si lee, si es enfermera, periodista, se hace la dura, va de dulce, es deportista o cualquier cosa que haga cualquier chica, simplemente salir con ella será genial según mil artículos distintos dando vueltas por Internet. Y tranquilos, no se preocupen ustedes, que la redacción será de lo más pobre y cuantas más faltas de ortografía mejor, que en la red no hay presupuesto para correctores, Y yo me pregunto ¿Qué obsesión tenemos con las listas? Ahora lo cool es escribir artículos con 20 mini titulares en negrita y un número delante para seguir con un desarrollo vulgar a sabiendas de que pocos lo leerán porque lo que prima es la prisa, el no perder el tiempo en leer mucho, vaya a ser que un niño imitando a Beyoncé se vuelva viral en cinco segundos y nos lo perdamos.

Son las dos de la mañana y el dolor en la rodilla derecha que me mantenía despierta parece cesar, pero ya es tarde, ya entré en un bucle de absurdo, de rechazo, de frustración hacia la sociedad en la que me tocó vivir que el insomnio no va a irse tan fácilmente. Y es que sí, es preocupante, es preocupante ver como gente preparada, estudiantes, profesionales, cae en la mediocridad de lo fácil, de lo que encontrás sin necesidad de buscarlo, simplemente te lo ponen delante de los ojos esperando a que los abras lo suficiente como para verlo pero no tanto como para cuestionarlo. Parece que de repente perdimos la capacidad de razonar, de cuestionar, por no hablar de la capacidad de investigar, de indagar. Y en cuestión de segundos miles de ojos lo ven, lo comparten, lo comentan y todos se vuelven parte de lo mismo, de una masa que ve sin mirar.

4 de febrero de 2015

España no es Europa.

El pasado viernes 30 de enero se aprobaba en el Consejo de Ministros el nuevo decreto con el cual el Ministro Wert (Ministro de Educación, Cultura y Deporte) pretende adaptar las titulaciones universitarias españolas a las del resto de Europa.
Actualmente en España las universidades se rigen por el llamado "Plan Bolonia", implantado hace 5-6 años, dependiendo de la universidad, que, con la misma intención de europeización, igualó todas las titulaciones a cuatro años; desapareciendo así la distinción previa entre licenciaturas (cinco años) y diplomaturas (tres años). Ahora lo que se pretende es, siguiendo el modelo europeo, imponer tres años de carrera más dos años de máster.

Muchos son los que se han llevado las manos a la cabeza al ver eso del "3+2" y en parte se entiende. Si bien es verdad que el resto de Europa sí sigue ese modelo, los precios de los másters son equivalentes al del grado previamente cursado. Pero en España no, en España lo que el Ministro Wert propone es que los másters sigan costando el ojo de la cara que cuestan actualmente (entre 4000-7000€ anuales) y que sean de obligado cumplimiento para tener una titulación que sirva de algo. Y cuando digo "una titulación que sirva de algo" me refiero a que puedas irte con ella al extranjero en busca del trabajo que no encontrarás en España.

Lo que el Ministro Wert y muchos de los ciudadanos españoles no entienden, es que España no es Europa. Y no, gracias, no hace falta que nadie me muestre un mapa, sé perfectamente en qué punto geográfico tuvo España la suerte de caer.
España no es Europa porque en Europa la educación es gratuita y se paga a los estudiantes un sueldo para afrontar parte de sus gastos educativos.*
En Europa la gente habla inglés. 
En Europa la gente viaja, viaja de verdad, no de turismo en verano. La gente vive en otros países donde estudia o trabaja porque es consciente de su situación de ciudadano europeo. 
En Europa la gente sabe que en República Checa se habla checo y no francés. 
En Europa miles de jóvenes se toman un año  para viajar o trabajar en países distintos al suyo antes de empezar la universidad y lo llaman "gap year". En España lo llaman "ser una bala perdida".
En Europa los jóvenes se van de casa cuando empiezan la universidad, no cuando se casan a los 30. 
En Europa es posible compaginar estudios con trabajo, trabajo remunerado, que no prácticas gratis. En Europa se da un valor a los estudios que en España ni se atisba. Tanto profesores como alumnos valoran lo que significa estar en la universidad por lo que los primeros no hacen perder el tiempo a los segundos con temario vacío y los segundos se empeñan al máximo para obtener el mejor expediente académico posible.

Y no hablo desde el idilio, hablo desde quién veía con incredulidad cómo los universitarios italianos rechazaban su nota, presentándose a una segunda o tercera convocatoria de examen al no conformarse con un simple 18 (se puntúa sobre 30, aprobando a partir del 18) sino que buscaban la nota más alta posible. Hablo desde quien ve con admiración y cierta envidia a amigas checas de tan solo 19 años que están trabajando en Reino Unido antes de empezar sus estudios y después de haber vivido previamente en España para aprender un tercer idioma. Hablo desde quien está harta de escuchar a españoles en el extranjero quejándose de cuánto extrañan el jamón, el solcito y las cervezas baratas sin siquiera valorar, ni un mínimo, la oportunidad de poder vivir fuera de tu país de forma legal, con todos los privilegios de quién sí posee esa ciudadanía, 

Así que señor Wert, me parece perfecto que quiera usted europeizar España pero todavía queda mucho camino por recorrer y no nos tome por tontos, que ese camino, desde luego, poco y nada tiene que ver con impedir a los jóvenes el acceso a la universidad.
Y es que, como ellos mismos dicen, "Spain is different" y si algo se puede hacer rápido y de mala manera bajo una excusa poco creíble, no duden que así se hará.






*La educación es gratuita en varios países europeos, no en todos. Así pues, en países como Alemania, Dinamarca, República Checa, Suecia, Finlandia, Islandia o Noruega, no se paga por el acceso a la educación. Lo mismo sucede con los llamados "sueldos estudiantiles", solo se aplica a ciertos países.