27 de enero de 2015

Setenta años y mil porqués.

Siempre es difícil enfrentarse a las hojas en blanco (ya sean físicas o virtuales) pero hay ocasiones en la que la dificultad es aún mayor; y no por falta de ideas, sino por la cantidad abrumadora de sentimientos e ideas que se mezclan en la cabeza de quien escribe. Hoy es una de esas ocasiones. Hoy se cumplen 70 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz.

Hace poco menos de un año tuve la oportunidad de recorrer con mis propios pies, ver con mis propios ojos y sentir con cada centímetro de mi cuerpo aquellos "campos de trabajos forzados" situados al oeste de Cracovia.
Desde ese primer momento tuve la necesidad de escribir sobre esa experiencia pero nunca lo hice y con el paso de las semanas, meses, temía que ya no pudiese hacerlo por haber perdido la emoción, la sensibilidad inmediata del momento. Sin embargo hoy la piel se me sigue erizando de la misma manera que lo hizo once meses atrás.


A día de hoy, los campos de concentración (Auschwitz y Birkenau) se han convertido en una especie de museos donde los visitantes pueden ver dónde dormían los reclusos, fotografías de los mismos (junto con sus fechas de entrada y "salida" del campo... Raro era el que superaba el mes y medio), las cámaras de gas, un patio donde eran fusilados desnudos tras haber recibido un falso juicio por algún delito inventado. También en uno de los edificios se pueden ver las pertenencias de quienes entraron allí tras un viaje en tren que no puedo ni imaginar.


Recuerdo aquella guía que nos iba informando de cada suceso, a cada cual más espeluznante que el anterior, la recuerdo bajita, pequeña, frágil, con la voz quebrada y la mirada siempre en el suelo.
Recuerdo mis ojos acristalados durante toda la visita. Recuerdo el silencio atroz, las miles de maletas amontonadas tras una cristalera, con los nombres de sus dueños escritos en letras enormes.
Recuerdo las cabelleras, las ollas, las cenizas... Pero sobre todo recuerdo cómo unos zapatos en especial llamaron mi atención. Entre una montaña de zapatos grises, zapatos polvorientos, rotos, se veían unos zapatitos rojos que no deberían superar el número 20. De repente pude ver la historia detrás de esos zapatos, pude ver a una niña yendo con su madre a la tienda de su pueblo en busca de unos zapatos que llevar a la plaza, unos zapatos de los que presumir delante de sus amigas. Vi a esa niña, vi su sonrisa cuando se los probó por primera vez y decidió que sí, que se llevaría esos zapatos rojos que tan bien le quedaban con aquel vestidito de fiesta. Vi a esa niña poniéndose esos zapatos la mañana en la que se la llevaron para, a base de gritos y empujones, meterla en un tren hacia su propio infierno. Vi a esa niña correr, presa del miedo y el desconcierto, por las mismas piedras que pisaba yo ahora. Y de repente quise abrazarla, quise sacarla de ahí, quise poder llevármela y que jamás tuviese que volver a preguntarse por qué, que jamás tuviese que volver a preguntarse en qué momento esos seres humanos había perdido toda su humanidad.

Pero no pude. Solo me quedó volver a la realidad, cerrar los ojos y que aquella sonrisa con esos zapatitos rojos llenos de inocencia arrebatada se quedasen fijos en mi retina para el resto de mi vida.



12 de octubre de 2014

Domingo lluvioso.

Ya no sé ni cuándo empezó a llover. Supongo que ni me di cuenta, incluso antes de que cayese la primera gota, el día de hoy ya era un domingo lluvioso. 
Si hay algo triste son los domingos pero si además a eso se le suma la lluvia y el silencio absoluto de una casa vacía el resultado final solo puede ser uno: Nostalgia. Nostalgia de lo que sea, da igual, pero será una de las nostalgias más intensas que puedas sentir.

Nostalgia de lo que ya no se tiene, de ese pasado idealizado al que nunca volverás. Pero también nostalgia del futuro, de aquello a lo que querés llegar y no sabés cómo. Anhelo de estabilidad, quizás, de un rumbo, de un horizonte al que mirar. Los domingos parecen ser tristes por naturaleza. Una tarde de domingo está hecha para pensar en el fin de semana que se termina y que nunca nos parece haber sido suficiente, eso que queríamos hacer el sábado a la mañana al final no lo hicimos o si lo hicimos no fue para tanto; la semana está a punto de empezar ¿Y entonces qué? Otra vez vuelta a la rutina y nos encontramos durante cinco días pensando en esos dos de descanso que están por venir y en los que volcamos todas nuestras ideas, planes o deseos.

Vivimos admirando los fines de semana para desilusionarnos los domingos al comprobar que no fue nada especial. Pero quizás el problema no sea el domingo sino nosotros, nuestro creer que la semana no vale, nuestro "ya lo haré en otro momento" pero mientras tanto perdemos el tiempo. Lo perdemos con una facilidad aterradora, como si siempre fuese a estar ahí. Pero no lo estará, ni es tanto como puede parecer. Damos por hecho la vida... ¡La vida! Que es lo menos asegurado de este mundo, lo más volátil. Creemos que mañana nos despertaremos y ahí estaremos, abriendo los ojos en nuestra cama pensando "cinco minutitos más". Desengañémonos señores, la cama seguirá ahí, los cinco minutos más también pero nosotros, nosotros somos de todo menos algo seguro.

El problema no es de los domingos, no, el problema es nuestro creyendo que solo tenemos dos días de cada siete para hacer aquello que queremos. La vida es muy corta, amigos, demasiado. No se queden anclados en lo que no fue y salgan a buscar lo que vendrá. No se queden anclados en deseos "inalcanzables", en relaciones sin sentido, en trabajos opresores, en amistades intermitentes. Preocúpense un poco menos de qué filtro poner a sus fotos de cervezas y preocúpense más en tomarlas con la compañía adecuada o en la mejor de las soledades. 
Preocúpense por vivir, que no es fácil, pero créanme que valdrá la pena. 

Porque como me dijo una vez un hombre muy sabio, la vida empieza cada día.









5 de noviembre de 2013

Silencios.

En Periodismo y en la vida en general, hay una lección que debemos aprender pronto y es la de la importancia de ciertos silencios frente a una montaña de palabras.

Esta mañana en Madrid se celebró un desayuno informativo a cargo de la "Nueva Economía Fórum" al cual acudió José Luis Bonet (Presidente de Freixenet y Presidente del Foro de marcas renombradas españolas), presentado por Miguel Arias Cañete (actual Ministro de agricultura, alimentación y medio ambiente). Dicho encuentro llevaba el nombre de "Foro España Internacional" y en él se trataron sobre todo, temas relacionados con el vino español, la marca España, el boicot al cava catalán... Pero entre tantas palabras se tocó algo de absoluta actualidad: Estudiar en el extranjero.

El Ministro Arias Cañete, en su presentación de José Luis Bonet, afirmó que el éxito de la empresa Freixenet se debe a tres grandes pilares: Internacionalización, diversificación y crecimiento. Palabras que me vienen inmediatamente a la cabeza al pensar en mi Erasmus; internacionalización lingüística, diversificación social y cultural, crecimiento personal y profesional. 

Por su parte, José Luis Bonet, una vez presentado cual mártir de vaya usted a saber qué batalla, quiso iniciar su discurso con algo que le toca de cerca: La Universidad. Entre todos sus empleos y cargos aparece también el de profesor universitario y como tal quiso dar su opinión sobre la Universidad en España, la cual considera, debería pasar una pequeña limpieza para que solo estén en ella, aquellos que realmente estudian, pero sobre todo, debería ser aquella que fomenta la salida de los jóvenes para que se formen en el extranjero. El Presidente de Freixenet defendió la importancia que tiene que los estudiantes salgan al mundo y recalcó el valor añadido que obtiene tanto la persona como su país de origen (una vez que ésta vuelva) de estas experiencias en el exterior. 
José Luis Bonet afirmó que en esta sociedad globalizada en la que nos encontramos, es imprescindible para los estudiantes salir fuera para conocer el mundo, mundo en el que en un futuro (cada vez más cercano) trabajaremos, en el que lucharemos por aquello que nos pertenece, y en el que tenemos que saber cómo movernos, cómo adaptarnos a él. Por ello, afirmó rotundamente, que las experiencias en el extranjero deberían ser parte obligada en la formación de los jóvenes, no de su carrera profesional como dicen muchos, no; de su formación, una asignatura más a la que todos deberían enfrentarse.


Una vez acabado el discurso del ponente, se inicia la ronda de preguntas (en la cual, aquellos que quieran hacer una pregunta, han debido formularla ya de forma escrita, para que más tarde, la plantee el Presidente del Foro). Así pues, todas la preguntas se centraron en vino, boicot a los productos catalanes, independencia catalana, la campaña publicitaria de Navidad de la marca... ni una sobre el tema de las becas Erasmus. Bueno sí, las que no se leyeron, entre ellas, la mía.
Nada, ni una palabra sobre el impedimento cada vez mayor a la formación en el exterior, a la adaptación a la globalización, al conocimiento del mundo en que vivimos. Nada, una vez más, el vacío, el silencio. Un silencio que retumbó en toda la sala entre tanta burbuja dorada. 



Y quisiera acabar, y acabo, con una acotación para aquellos que siguen diciendo que la beca Erasmus no es más que salir de fiesta y emborracharse. Esta mañana y sin él saberlo, el Ministro Arias Cañete os respondió con un magnífico "Si no tienes calidad, no puedes ir por el mundo". Poco más que añadir.
   

4 de noviembre de 2013

Erasmus, mucho más que una beca.

Hay días para todo, días para la alegría, días para la tristeza, para la nostalgia.. y así como están todos esos días, están aquellos para la rabia y la impotencia. Por desgracia hoy es uno de esos días. 
A las 11:00 de la mañana, gracias a un compañero de clase, me llegaba la noticia de la supuesta supresión de las becas Erasmus a aquellos que en el año académico anterior no hubiesen disfrutado de la beca que otorga el Ministerio de Educación; es decir, a aquellos que llevan ya dos meses disfrutando de su beca Erasmus (de la estadía, que no del dinero), ahora se les dice que "¿Oiga, recuerda el dinero que se le prometió para vivir estos meses? Pues vaya usted olvidándose". 
Indignante cuanto menos, sí, pero personalmente lo que realmente me indigna no es eso. Lo que realmente me pone de los nervios es la idea que tiene la sociedad en general de esta beca, lo que me pone de los nervios son los comentarios de aquellos que nada saben del Erasmus, defendiendo que es una medida poco escandalosa, "total, se lo gastan todo en beber".
Pues les voy a contar una cosa: Todo estudiante se emborracha, sea Erasmus o no; todo estudiante falta a clase algún día porque no le da la gana ir; todo estudiante sale de fiesta, todo estudiante deja el estudio para el último día. Nadie puede negar, y yo no lo haré, que la vida académica Erasmus es fácil (siempre depende del destino y de la carrera, como todo) o por lo menos más fácil que en tu ciudad de residencia. Nadie puede negar que las fiestas de los Erasmus suelen desmadrarse más de lo normal. Pero queridos amigos míos, la beca Erasmus es mucho más que un año académico, es un año vital, un año de experiencias personales (y profesionales) imposibles de alcanzar cuando no sales de casa. 

Y lo que me pone más aún de los nervios, es que ya no son solo los estudiantes o profesores, ahora son incluso los medios, y es que no hay más que ver la foto con la que El País ilustra la noticia sobre la supresión de la parte que corresponde pagar al Gobierno.


¿De verdad este es el Periodismo que se practica en uno de los medios más importantes del país? A lo largo de la noticia se muestra indignación, estar en contra de la medida, sensiblerío barato "a los alumnos más pobres", dice el titular, ¿Y luego? Luego nos ponen como foto principal un grupo de estudiantes Erasmus tomándose unas cervezas en un 100 Montaditos... ¿Cuántos de los que leerán esto pueden decirme que nunca ha ido con sus amigos a aprovechar las jarras a 1€ los miércoles?
Y no es solo esta, la otra foto con la que se ilustra la noticia, son tres estudiantes (esta vez no se dice si Erasmus o no) en la cafetería de la Università di Bolgna.
No señores, no, no caigamos en la hipocresía y en el ataque fácil a algo que, el 100% de quienes lo critican, no tienen ni idea de lo que significa pasar por nada de lo que se pasa en el año más importante de miles de personas en toda Europa desde 1987.

Conozco gente que lleva años quejándose de no aprender nada en su carrera y luego dicen que para qué sirven las Erasmus, ¿Y la Universidad actual para qué sirve? Desde mi propia experiencia personal, no he aprendido nada, ni a nivel académico ni personal, en los cuatro años que llevo de carrera en la Universidad Complutense de Madrid, y cuando digo nada es nada, cero, el vacío. La única buena experiencia que me llevo de esto es haber podido salir fuera y aprender a valerme por mí misma, a ser mejor persona, a aprender a ponerte en la piel del otro, a convivir, a creer en uno mismo y no venirse abajo ante los obstáculos que puedas encontrarte; además en mi caso, aprendí un nuevo idioma, un idioma que uso a diario y que manejo casi a la perfección y sí, lo conseguí sin dejarme un dineral en academias.
Porque la vida, señores, se aprende a vivirla, viviéndola. Y eso es el Erasmus: un aprendizaje de vida. Nada más y nada menos.






*Enlace para firmar la petición a favor de la retirada de dicha propuesta
http://www.change.org/es/peticiones/ministerio-de-educaci%C3%B3n-que-se-mantengan-las-becas-erasmus-para-universitarios-que-no-reciben-la-beca-general-erasmusrip?share_id=akttxupXgj&utm_campaign=autopublish&utm_medium=facebook&utm_source=share_petition


*Noticia de El País
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/11/04/actualidad/1383570089_271346.html