4 de febrero de 2015

España no es Europa.

El pasado viernes 30 de enero se aprobaba en el Consejo de Ministros el nuevo decreto con el cual el Ministro Wert (Ministro de Educación, Cultura y Deporte) pretende adaptar las titulaciones universitarias españolas a las del resto de Europa.
Actualmente en España las universidades se rigen por el llamado "Plan Bolonia", implantado hace 5-6 años, dependiendo de la universidad, que, con la misma intención de europeización, igualó todas las titulaciones a cuatro años; desapareciendo así la distinción previa entre licenciaturas (cinco años) y diplomaturas (tres años). Ahora lo que se pretende es, siguiendo el modelo europeo, imponer tres años de carrera más dos años de máster.

Muchos son los que se han llevado las manos a la cabeza al ver eso del "3+2" y en parte se entiende. Si bien es verdad que el resto de Europa sí sigue ese modelo, los precios de los másters son equivalentes al del grado previamente cursado. Pero en España no, en España lo que el Ministro Wert propone es que los másters sigan costando el ojo de la cara que cuestan actualmente (entre 4000-7000€ anuales) y que sean de obligado cumplimiento para tener una titulación que sirva de algo. Y cuando digo "una titulación que sirva de algo" me refiero a que puedas irte con ella al extranjero en busca del trabajo que no encontrarás en España.

Lo que el Ministro Wert y muchos de los ciudadanos españoles no entienden, es que España no es Europa. Y no, gracias, no hace falta que nadie me muestre un mapa, sé perfectamente en qué punto geográfico tuvo España la suerte de caer.
España no es Europa porque en Europa la educación es gratuita y se paga a los estudiantes un sueldo para afrontar parte de sus gastos educativos.*
En Europa la gente habla inglés. 
En Europa la gente viaja, viaja de verdad, no de turismo en verano. La gente vive en otros países donde estudia o trabaja porque es consciente de su situación de ciudadano europeo. 
En Europa la gente sabe que en República Checa se habla checo y no francés. 
En Europa miles de jóvenes se toman un año  para viajar o trabajar en países distintos al suyo antes de empezar la universidad y lo llaman "gap year". En España lo llaman "ser una bala perdida".
En Europa los jóvenes se van de casa cuando empiezan la universidad, no cuando se casan a los 30. 
En Europa es posible compaginar estudios con trabajo, trabajo remunerado, que no prácticas gratis. En Europa se da un valor a los estudios que en España ni se atisba. Tanto profesores como alumnos valoran lo que significa estar en la universidad por lo que los primeros no hacen perder el tiempo a los segundos con temario vacío y los segundos se empeñan al máximo para obtener el mejor expediente académico posible.

Y no hablo desde el idilio, hablo desde quién veía con incredulidad cómo los universitarios italianos rechazaban su nota, presentándose a una segunda o tercera convocatoria de examen al no conformarse con un simple 18 (se puntúa sobre 30, aprobando a partir del 18) sino que buscaban la nota más alta posible. Hablo desde quien ve con admiración y cierta envidia a amigas checas de tan solo 19 años que están trabajando en Reino Unido antes de empezar sus estudios y después de haber vivido previamente en España para aprender un tercer idioma. Hablo desde quien está harta de escuchar a españoles en el extranjero quejándose de cuánto extrañan el jamón, el solcito y las cervezas baratas sin siquiera valorar, ni un mínimo, la oportunidad de poder vivir fuera de tu país de forma legal, con todos los privilegios de quién sí posee esa ciudadanía, 

Así que señor Wert, me parece perfecto que quiera usted europeizar España pero todavía queda mucho camino por recorrer y no nos tome por tontos, que ese camino, desde luego, poco y nada tiene que ver con impedir a los jóvenes el acceso a la universidad.
Y es que, como ellos mismos dicen, "Spain is different" y si algo se puede hacer rápido y de mala manera bajo una excusa poco creíble, no duden que así se hará.






*La educación es gratuita en varios países europeos, no en todos. Así pues, en países como Alemania, Dinamarca, República Checa, Suecia, Finlandia, Islandia o Noruega, no se paga por el acceso a la educación. Lo mismo sucede con los llamados "sueldos estudiantiles", solo se aplica a ciertos países.

27 de enero de 2015

Setenta años y mil porqués.

Siempre es difícil enfrentarse a las hojas en blanco (ya sean físicas o virtuales) pero hay ocasiones en la que la dificultad es aún mayor; y no por falta de ideas, sino por la cantidad abrumadora de sentimientos e ideas que se mezclan en la cabeza de quien escribe. Hoy es una de esas ocasiones. Hoy se cumplen 70 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz.

Hace poco menos de un año tuve la oportunidad de recorrer con mis propios pies, ver con mis propios ojos y sentir con cada centímetro de mi cuerpo aquellos "campos de trabajos forzados" situados al oeste de Cracovia.
Desde ese primer momento tuve la necesidad de escribir sobre esa experiencia pero nunca lo hice y con el paso de las semanas, meses, temía que ya no pudiese hacerlo por haber perdido la emoción, la sensibilidad inmediata del momento. Sin embargo hoy la piel se me sigue erizando de la misma manera que lo hizo once meses atrás.


A día de hoy, los campos de concentración (Auschwitz y Birkenau) se han convertido en una especie de museos donde los visitantes pueden ver dónde dormían los reclusos, fotografías de los mismos (junto con sus fechas de entrada y "salida" del campo... Raro era el que superaba el mes y medio), las cámaras de gas, un patio donde eran fusilados desnudos tras haber recibido un falso juicio por algún delito inventado. También en uno de los edificios se pueden ver las pertenencias de quienes entraron allí tras un viaje en tren que no puedo ni imaginar.


Recuerdo aquella guía que nos iba informando de cada suceso, a cada cual más espeluznante que el anterior, la recuerdo bajita, pequeña, frágil, con la voz quebrada y la mirada siempre en el suelo.
Recuerdo mis ojos acristalados durante toda la visita. Recuerdo el silencio atroz, las miles de maletas amontonadas tras una cristalera, con los nombres de sus dueños escritos en letras enormes.
Recuerdo las cabelleras, las ollas, las cenizas... Pero sobre todo recuerdo cómo unos zapatos en especial llamaron mi atención. Entre una montaña de zapatos grises, zapatos polvorientos, rotos, se veían unos zapatitos rojos que no deberían superar el número 20. De repente pude ver la historia detrás de esos zapatos, pude ver a una niña yendo con su madre a la tienda de su pueblo en busca de unos zapatos que llevar a la plaza, unos zapatos de los que presumir delante de sus amigas. Vi a esa niña, vi su sonrisa cuando se los probó por primera vez y decidió que sí, que se llevaría esos zapatos rojos que tan bien le quedaban con aquel vestidito de fiesta. Vi a esa niña poniéndose esos zapatos la mañana en la que se la llevaron para, a base de gritos y empujones, meterla en un tren hacia su propio infierno. Vi a esa niña correr, presa del miedo y el desconcierto, por las mismas piedras que pisaba yo ahora. Y de repente quise abrazarla, quise sacarla de ahí, quise poder llevármela y que jamás tuviese que volver a preguntarse por qué, que jamás tuviese que volver a preguntarse en qué momento esos seres humanos había perdido toda su humanidad.

Pero no pude. Solo me quedó volver a la realidad, cerrar los ojos y que aquella sonrisa con esos zapatitos rojos llenos de inocencia arrebatada se quedasen fijos en mi retina para el resto de mi vida.



12 de octubre de 2014

Domingo lluvioso.

Ya no sé ni cuándo empezó a llover. Supongo que ni me di cuenta, incluso antes de que cayese la primera gota, el día de hoy ya era un domingo lluvioso. 
Si hay algo triste son los domingos pero si además a eso se le suma la lluvia y el silencio absoluto de una casa vacía el resultado final solo puede ser uno: Nostalgia. Nostalgia de lo que sea, da igual, pero será una de las nostalgias más intensas que puedas sentir.

Nostalgia de lo que ya no se tiene, de ese pasado idealizado al que nunca volverás. Pero también nostalgia del futuro, de aquello a lo que querés llegar y no sabés cómo. Anhelo de estabilidad, quizás, de un rumbo, de un horizonte al que mirar. Los domingos parecen ser tristes por naturaleza. Una tarde de domingo está hecha para pensar en el fin de semana que se termina y que nunca nos parece haber sido suficiente, eso que queríamos hacer el sábado a la mañana al final no lo hicimos o si lo hicimos no fue para tanto; la semana está a punto de empezar ¿Y entonces qué? Otra vez vuelta a la rutina y nos encontramos durante cinco días pensando en esos dos de descanso que están por venir y en los que volcamos todas nuestras ideas, planes o deseos.

Vivimos admirando los fines de semana para desilusionarnos los domingos al comprobar que no fue nada especial. Pero quizás el problema no sea el domingo sino nosotros, nuestro creer que la semana no vale, nuestro "ya lo haré en otro momento" pero mientras tanto perdemos el tiempo. Lo perdemos con una facilidad aterradora, como si siempre fuese a estar ahí. Pero no lo estará, ni es tanto como puede parecer. Damos por hecho la vida... ¡La vida! Que es lo menos asegurado de este mundo, lo más volátil. Creemos que mañana nos despertaremos y ahí estaremos, abriendo los ojos en nuestra cama pensando "cinco minutitos más". Desengañémonos señores, la cama seguirá ahí, los cinco minutos más también pero nosotros, nosotros somos de todo menos algo seguro.

El problema no es de los domingos, no, el problema es nuestro creyendo que solo tenemos dos días de cada siete para hacer aquello que queremos. La vida es muy corta, amigos, demasiado. No se queden anclados en lo que no fue y salgan a buscar lo que vendrá. No se queden anclados en deseos "inalcanzables", en relaciones sin sentido, en trabajos opresores, en amistades intermitentes. Preocúpense un poco menos de qué filtro poner a sus fotos de cervezas y preocúpense más en tomarlas con la compañía adecuada o en la mejor de las soledades. 
Preocúpense por vivir, que no es fácil, pero créanme que valdrá la pena. 

Porque como me dijo una vez un hombre muy sabio, la vida empieza cada día.









5 de noviembre de 2013

Silencios.

En Periodismo y en la vida en general, hay una lección que debemos aprender pronto y es la de la importancia de ciertos silencios frente a una montaña de palabras.

Esta mañana en Madrid se celebró un desayuno informativo a cargo de la "Nueva Economía Fórum" al cual acudió José Luis Bonet (Presidente de Freixenet y Presidente del Foro de marcas renombradas españolas), presentado por Miguel Arias Cañete (actual Ministro de agricultura, alimentación y medio ambiente). Dicho encuentro llevaba el nombre de "Foro España Internacional" y en él se trataron sobre todo, temas relacionados con el vino español, la marca España, el boicot al cava catalán... Pero entre tantas palabras se tocó algo de absoluta actualidad: Estudiar en el extranjero.

El Ministro Arias Cañete, en su presentación de José Luis Bonet, afirmó que el éxito de la empresa Freixenet se debe a tres grandes pilares: Internacionalización, diversificación y crecimiento. Palabras que me vienen inmediatamente a la cabeza al pensar en mi Erasmus; internacionalización lingüística, diversificación social y cultural, crecimiento personal y profesional. 

Por su parte, José Luis Bonet, una vez presentado cual mártir de vaya usted a saber qué batalla, quiso iniciar su discurso con algo que le toca de cerca: La Universidad. Entre todos sus empleos y cargos aparece también el de profesor universitario y como tal quiso dar su opinión sobre la Universidad en España, la cual considera, debería pasar una pequeña limpieza para que solo estén en ella, aquellos que realmente estudian, pero sobre todo, debería ser aquella que fomenta la salida de los jóvenes para que se formen en el extranjero. El Presidente de Freixenet defendió la importancia que tiene que los estudiantes salgan al mundo y recalcó el valor añadido que obtiene tanto la persona como su país de origen (una vez que ésta vuelva) de estas experiencias en el exterior. 
José Luis Bonet afirmó que en esta sociedad globalizada en la que nos encontramos, es imprescindible para los estudiantes salir fuera para conocer el mundo, mundo en el que en un futuro (cada vez más cercano) trabajaremos, en el que lucharemos por aquello que nos pertenece, y en el que tenemos que saber cómo movernos, cómo adaptarnos a él. Por ello, afirmó rotundamente, que las experiencias en el extranjero deberían ser parte obligada en la formación de los jóvenes, no de su carrera profesional como dicen muchos, no; de su formación, una asignatura más a la que todos deberían enfrentarse.


Una vez acabado el discurso del ponente, se inicia la ronda de preguntas (en la cual, aquellos que quieran hacer una pregunta, han debido formularla ya de forma escrita, para que más tarde, la plantee el Presidente del Foro). Así pues, todas la preguntas se centraron en vino, boicot a los productos catalanes, independencia catalana, la campaña publicitaria de Navidad de la marca... ni una sobre el tema de las becas Erasmus. Bueno sí, las que no se leyeron, entre ellas, la mía.
Nada, ni una palabra sobre el impedimento cada vez mayor a la formación en el exterior, a la adaptación a la globalización, al conocimiento del mundo en que vivimos. Nada, una vez más, el vacío, el silencio. Un silencio que retumbó en toda la sala entre tanta burbuja dorada. 



Y quisiera acabar, y acabo, con una acotación para aquellos que siguen diciendo que la beca Erasmus no es más que salir de fiesta y emborracharse. Esta mañana y sin él saberlo, el Ministro Arias Cañete os respondió con un magnífico "Si no tienes calidad, no puedes ir por el mundo". Poco más que añadir.