18 de diciembre de 2012

De rareza en la normalidad va la cosa.

Me decía mi madre el otro día que llevo mucho tiempo sin escribir en el blog, y yo contesté que nunca tengo suficiente tiempo o inspiración pero que tengo montones de entradas a medio hacer en mis borradores. Entonces, horas más tarde empecé a pensar en esos textos inacabados que con tanta ilusión empezaban. Cierto es que casi nunca tengo el tiempo suficiente que se necesita para ponerse a divagar como es debido pero supongo que podría sacarlo de alguna forma. No creo que todo sea cosa del tiempo, creo que en la mayor parte de esas entradas que se quedarán eternamente en "Borradores", había demasiado de mí, demasiado que contar, demasiada desnudez que con o sin tiempo, no estoy del todo segura de querer compartir. También influye mi perfeccionismo obsesivo, ese que hace que cambie una frase mil veces hasta estar medianamente contenta con el resultado. Pero hoy es distinto, hoy decidí escribir lo primero que me venga a la cabeza, sin pensar, sin cambiar frases, simplemente dejando que mis dedos se muevan por el teclado a sus anchas; hoy mi cerebro no manda, hoy solo tengo manos libres dispuestas a llenar una página en blanco al son de un subir y bajar de veintisiete teclas.

Llevo ya cuatro días en Madrid, cuatro días en los que pude disfrutar de la familia y de mi queridísima Gatilli. Son ya tres noches durmiendo en mi cama, con mis tres almohadas y mis buenas mantas y edredón a prueba de cualquier frío polar, que por cierto, buena falta me harían en tierras italianas.
Ahora mismo son las 04:16, debería estar durmiendo porque mañana debería madrugar… debería, debería hacer muchas cosas pero no puedo, no puedo dormir, no consigo dejar de dar vueltas de un lado a otro de la cama, supongo que me acostumbré a las minicamas salernitanas y ahora no sé qué hacer en tanto espacio.

Se hace tan raro y tan acogedor esto, es otra vez ese sentimiento bipolar, el quiero y no quiero al que parezco empezar a tenerle demasiado cariño. Es raro volver, estar un día acá y al día siguiente allá, pero al fin y al cabo sé que habrá una vuelta en poco más de 15 días, sin embargo, en cierta medida, esto lejos de tranquilizarme, me hace pensar "¿Qué pasará entonces en verano?" No puedo dormir pensando en eso… ¿Cómo estaré después de casi 10 meses fuera? Y sobre todo ¿Cómo estaré cuando no sepa si habrá vuelta? No puedo soportar la simple idea de que no habrá vuelta, de que algún día este increíble año acabará y solo me quedará el recuerdo de los momentos, las personas y todo el aprendizaje que me habrá aportado esta experiencia única.
Qué duro se hace pensar que algún día dejará de ser normal bajar al sidis y hacer la compra de una semana, consistente en 4kg de todo tipo de pasta, las largas charlas con Alex en la cocina o la complicidad absoluta con Alejandro, planear adoptar todos los animales del mundo con Poly, los "Hey, how are you!!??.. Fine! And you??" con Guillaume, los gritos y saltos en cada estúpido encuentro con Laura y Franzis, y sobre todo, cruzar la estación de Via Vernieri para no volver a cruzarla en días… Qué duro sí, y qué maravilloso saber que esta normalidad, mi normalidad, la que volveré a tener el 4 de Enero, será siempre la mayor y mejor aventura de mi vida.  


Y hoy, siguiendo la tónica de la entrada y sin que sirva de precedente, quiero hacer especial mención a mi hermana, mi querida sorella. Grazie mille por la sorpresa, por la de la pared y sobre todo, por la de la mesita de luz =)



P.D: Que quede claro que no me hago responsable del resultado que haya tenido dejar a mi mente a un lado de semejante parrafada.

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