18 de diciembre de 2012

Como el buen turrón.

Viernes 14 de Diciembre. 
Empieza mi pequeño alto en el camino y al igual que cuando empezó no hago más que tener sentimientos encontrados. La bipolaridad no es tal como al partir pero ahí está, enfrentando las ganas de ver a mi gata con las de quedarme disfrutando de la lluvia salernitana y del buen café.

Recuerdo este verano cuando empecé a hacer la maleta algo así como dos meses antes de viajar, ¿quién adivina cuándo empecé la de este descanso navideño? Esta mañana, de hecho hasta hace 3 días no tenía ni maleta. Llamadme loca pero juraría que eso significa algo. Juraría que quiero quedarme, juraría que no quiero tener que dejar esta vida casi un mes… tener no,, no es tener, nadie me obliga a hacerlo, pero una vez hecho el compromiso habrá que cumplirlo (el compromiso y el gasto de dinero en los billetes, vaya).

Como persona responsable y puntual que soy, tengo desde hace un par de días todos los horarios necesarios de trenes a Nápoles, autobuses a aeropuertos napolitanos y milaneses… lo que viene siendo tutto, tenía perfectamente calculado a qué hora tenía que levantarme y salir de casa para llegar a mi destino tres horas antes por si acaso, por lo que pueda pasar por el camino. Pues bien, en mi vida al sonar una alarma por la mañana había sentido tal necesidad de seguir en la cama y ¿sabéis qué? Así lo hice, decidí seguir en mi cama “5 minutitos más” que se convirtieron en hora y media y decidí que me ducharía tranquilamente (más de lo habitual, que ya es decir), que me vestiría con calma, que comería lo que me diese la gana tardase lo que tardase y que cuando llegase a la estación de trenes, me subiría en alguno que me llevase a mi destino sin importar la hora. No fue del todo así porque por mucho que me empeñe mi histeria me sigue a todos lados y aún estando en el tren a Nápoles, aún teniendo hora y media de margen, los nervios de llegar tarde no me dejaban tranquila. Y mientras el tren se empeñaba en sumirme en un dulce sueño con su traqueteo, mis párpados luchaban por no cerrarse dejando a mis ojos total libertad para ver dove cazzo era.  

Pero bueno, no entremos en detalles porque como tenga que contar las 22 horas de aventura no acabamos nunca. Sí, 22 horas… tren a Nápoles, autobús al aeropuerto, vuelo a Milán Malpensa, autobús a Stazione Centrale di Milano, autobús a Aeroporto di Bergamo, vuelo de Milán a Madrid… Y todo esto con sus buenas horas de intervalo. ¿Y qué significa esto? Significa una noche en vela, significa demasiado tiempo muerto para una mente argentina. Sabía que en cualquier momento me plantearía el viaje, pensaría en todo lo que ha pasado estos tres meses… en fin, esas típicas reflexiones ultra profundas cuando estamos aburridos y no tenemos nada que hacer. Lo que no esperaba es que eso pasase en tan solo medio minuto que dura el viaje en ascensor desde el segundo piso de mi casa al portal.
Todavía sigo sin saber qué fue lo que hizo que ahora esté escribiendo desde un aeropuerto y no me haya quedado en casa, pero bueno, sea lo que sea lo que me haya hecho estar ahora aquí estoy segura de que hará que no me arrepienta.
Y sí, he dicho quedarme en casa, porque eso es Salerno, eso es Via Arce, eso es nuestro Palazzo con contenedores, sillones de ginecólogo, corriente eléctrica que viene y va y trivial antes de salir de fiesta: Casa. Una casa que tanto echaré de menos estos días.

18 de octubre de 2012

Qué bueno tenerte, Italia.

No es ninguna novedad ni ningún secreto, soy argentina y en mi ADN está definido así: Me gusta hablar. No es solo por afición, es más que eso, es una necesidad, no hay nada más placentero que poder estar durante horas mirando a una persona a los ojos mientras hablás de infinitas cosas, nada que me llene más que conocer a una persona a través del sonido de sus palabras, los gestos y esa pequeña delatora que por mucho que controlemos acaba diciendo toda la verdad: la mirada.
Otra cosa que no es ninguna novedad ni ningún secreto es que en 10 años que llevo viviendo en España jamás me sentí española, ni madrileña a pesar de que mi acento diga lo contrario, no tengo nada en contra del país, de su capital, su gente... pero no me pertenece ni yo le pertenezco. Me molesta que me llamen madrileña, no lo soy, no, da igual cuántos años lleves viviendo en un lugar, se es de donde se siente ser, y en mi caso me siento parte de todo y nada a la vez. Nunca creí en naciones, patrias o banderas, pero no se puede negar que la geografía hace mucho a la personalidad y que, cada día estoy más segura de esto, la sangre tira mucho.

Eran las pequeñas cosas las que me generaban incertidumbre antes de llegar a Italia, el hacer la compra, esperar al autobús... y ahora siguen siendo las pequeñas cosas las que marcan la diferencia entre las personas, entre los países. Esas pequeñas cosas son las que te hacen echar de menos un lugar, un amigo, esas pequeñas cosas son las que te hacen enamorarte de un lugar, encontrar un nuevo amigo... Son muchas y pequeñas que unidas crean una gran bola de diferencias. Hay un libro de Hernán Casciari, "España perdiste" en el que a través de todas esas pequeñas cosas traza un marco de dos países tan diferentes y parecidos, de cómo a pesar de tener misma lengua, misma apariencia (mucho más atractiva la argentina, sin lugar a dudas, pero misma raza al fin y al cabo), las cosas del día a día son tan diferentes: cómo se vive un partido de fútbol, tener un kiosko a la vuelta de la esquina, la amistad... creando personas en apariencia iguales pero en esencia totalmente diferentes. 
Pues bien, creo que en ese libro faltó un capítulo, el capítulo del "quedar para hablar". Algo que recuerdo con tanta alegría y nostalgia de mi infancia, esas horas y horas en el patio de mi casa charlando toda la familia, los parques llenos de grupos de personas dejándose conocer con un rico mate entre las manos, las infinitas charlas en la cocina, salón o donde hiciese falta con las cuatro personas más importantes de mi vida: mis padres y hermanos. Ese hablar por hablar, como dirían en La Ser. Algo que desde luego en España no existe, y no, no quiero ni admito reproches porque no existe, en España existe la cultura del "vamos a tomar algo y ya que estamos juntos aprovechamos y hablamos un poco". No es igual, la razón que motiva el encuentro no es la misma, y por tanto el encuentro tampoco lo es. No preguntes a un español por su familia, por cómo le fue a su hermana en el examen que tenía la semana pasada porque te mirará raro y pensará que te estás pasando un poco con tanta preguntita. El español habla de cosas personales, íntimas, "importantes" cuando tiene un problema y si se puede quedar en la superficie, mejor que mejor, no vayamos a aburrir al interlocutor. 

Siempre me dijeron que tengo buena memoria, creo que no es del todo cierto, ¿Recuerdo cada detalle?, ¿Conversación?, ¿Anécdota? Sí, pero no es solo memoria, es interés, es que de verdad me interesa cuando alguien me cuenta que fue a Salamanca y le pareció preciosa la puerta azul de una casa que estaba al lado de la Iglesia.
¿Y a qué nos lleva esto? Nos lleva a que la sangre tira mucho. Tira tanto que miles de inmigrantes italianos se llevaron su sangre a Argentina y decidieron dejarla ahí por mucho tiempo hasta que nos la apropiásemos y, después de mejorarla, tuviésemos de por vida un hermano mayor al que acudir en el sur de Europa. Tira tanto que ahora, 10 años después por fin encuentro gente que te llama y te dice "¿Qué tal, qué hacés, tenés ganas de quedar para hablar un rato?" Bajás, vas a la plaza en la que quedaste y ¿Sabés qué? Hablás. Sin necesidad de una litrona o unas pipas de por medio, sin ninguna distracción, sin nada más que personas conociéndose. Demostrando que realmente interesa lo que le pasa por la cabeza del otro y que realmente te interesa que el otro sepa lo que pasa por la tuya.
Horas, horas conociendo y dejándote conocer, horas en un acto de confianza absoluta en uno mismo y en el otro. Horas con el silencio de las calles (alguna que otra moto o señora tirando cubos de agua a las 2 de la mañana por el balcón) y el dulce sonido de la desnudez de una persona a través del sonido de las palabras, los gestos y esa pequeña delatora que por mucho que controlemos acaba diciendo toda la verdad: la mirada.

2 de octubre de 2012

¡Bendito Erasmus!

Benditos sean los romanos y su afán de conquistar el mundo.
Bendito sea Colón por querer ir a la India por otro camino.
Bendita sea toda su tropa por masacrar a los nativos americanos y aprovechar los ratos libres para enseñarles algo de su lengua.
Benditas sean las crisis económicas que obligan a la gente a emigrar.
Benditos sean mis abuelos, mis bisabuelos, por "elegir" Argentina como nuevo país de residencia.
Benditas vuelvan a ser las crisis económicas que obligan a la gente a emigrar.
Benditos sean mis padres por "elegir" España como nuevo país de residencia.
Benditas sean las mentes pensantes que creyeron que uniendo países conseguirían hacer de Europa una super potencia.
Bendita sea la Unión Europea.
Benditas sean las personas que decidieron crear las becas internacionales.
Bendita sea la Complutense, bendito sea el momento en que decidí hacer el examen de inglés, rellenar los papeles... Bendita sea la llamada del 16 de Mayo.
Benditos sean todos y cada uno de los pasos a lo largo de la historia gracias a los cuales hoy puedo estar en Italia entendiendo a la gente y siendo entendida por la gente.
Benditos sean los italianos, bendito sea el acueducto de mi calle, bendita sea la lluvia que me despierta cada mañana y bendito sea el sol que me asa cada tarde.
Benditas sean las conversaciones en itañol.
Bendito sea Salerno por haberse convertido en solo dos semanas en mi casa, donde no me siento fuera de lugar, donde juraría llevar ya toda mi vida y donde he podido conocer (y seguir conociendo) a gente de lo más increíble con la que compartir una experiencia única llena de pequeños pasos que dentro de unos años estaré bendiciendo por haberme hecho ser como soy.



13 de septiembre de 2012

Non stress

Es curioso lo relativo que es el tiempo. Hace 4 meses cuando me dijeron que tenía plaza en Italia me moría de ganas de irme ya, pero lo veía como algo absolutamente lejano. Hoy faltan 4 días para irme y me muero de ganas, pero lo veo como algo absolutamente lejano. Supongo que hasta que no ponga los pies, la cabeza, mi tonificado cuerpo, los 20kg de maleta y los otros 10kg de mochila en suelo italiano, seguiré sin creerme que sea cierto.

Pero por dios ¡Que llegue ya! Da igual si pierdo el tren, da igual si me muero llevando un cuarto de mi peso en la espalda, lo único que quiero es irme ya. Cerrar la maleta sabiendo que no voy a volver a abrirla para sacar una camiseta y meter otra, dejar de soñar que me olvido todos los pantalones en casa, dejar de despertarme pensando en todas las cosas que tengo que hacer antes de irme... En fin, dejar ya esta situación de nerviosismo absoluto en la cual me da un infarto al no encontrar la carta d'identita' que previamente había decidido guardar entre las hojas del diccionario para que no se arrugue.   

Habitualmente soy un poco idiota, nerviosa y algo histérica, lo que viene siendo toda una joyita, pero este nivel de nerviosismo cada vez que veo la maleta no es normal así que por mi bien mental y el de los que me rodean, rezad para que esto acabe lo antes posible.


P:D.: No os preocupéis bonicos, que en realidad estoy muy tranquila, disfrutando de los últimos días en Madrid y esperando al domingo con calma. En fin, os abandono ya que creo que calculé mal el número de chinchetas que me tengo que llevar.